Las Esfinges eran las protectoras
de la Primera Puerta. Lo que hacían era que muchas veces petrificaban a las
personas que querían pasar por esa puerta, pero sin saber el por qué a algunas
personas las dejaban pasar, como pasó con Atreyu.
Eran unas imponentes
esfinges. Sus patas delanteras, en las que se apoyaban, eran de león. La parte
trasera de su cuerpo de toro, en la espalda tenía unas poderosas alas de águila
y su rostro era humano… por lo menos la forma, porque su expresión no era
humana.
Era difícil saber si aquel rostro sonreía, o reflejaba una
tristeza inmensa o una indiferencia total. A Atreyu, después de haberlo
contemplado durante un rato, le pareció lleno de una maldad y una crueldad
abismales, pero enseguida tuvo que corregir su impresión al no encontrar en él
más que serenidad.